sábado, 8 de mayo de 2010

La rabiosa mascarada de Narciso


Cuadro: Fito Espinosa

La rabia viral es descrita como una enfermedad aguda infecciosa del sistema nervioso central. De la misma manera, cuando se instala el sentimiento de la rabia en el cuerpo parece arrasar con todo: un calor intenso atraviesa cada hueso, cada trozo de piel como un desastre natural impiadoso e incontenible. Ocurre un terremoto con epicentro en las entrañas, damnificando el alma y convirtiendo al cuerpo en el único medio que intenta contenerlo.

¿De dónde viene esta rabia?. Si bien no hay muchos escritos sobre ella en psicoanálisis, si hay acercamientos que dan cuenta del individuo y su relación con la agresividad como vivencia subjetiva, con esa violencia que se nos escapa, consciente o inconscientemente.
Es por la etiología de la agresividad por la que intentaremos transitar en este texto.
En torno a ella, Freud formula su teoría pulsional y así propone un nuevo dualismo entre las pulsiones: la de vida y la de muerte. Esto se supone dejaría al individuo en un conflicto pulsional con el cual tendría que lidiar ya que ambas buscarían repetirse, buscando esa satisfacción experimentada en un primer momento.

Freud nos advierte sobre nosotros mismos aclarando que "el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo" (Freud, 1930[1929], p. 108).

No hay que malentender a Freud y pensar que está tratando de animarnos a infligir dolores y justificar asesinatos, más bien da cuenta de hasta dónde puede llegar la pulsión, esa pulsión que nos compete a todos en un mayor o menor grado.

Dando un giro, Lacan se sirve del mito de Narciso en términos de la implicación de la muerte. De esta manera nos muestra que Narciso, al quedar atrapado en su imagen reflejada, tiene como destino la muerte puesto que no contiene al prójimo que le daría estructura y lo formaría como sujeto. Lo que resalta Lacan, por sobre todo, es que el reconocimiento de la propia imagen especular ocurre, con ayuda de, y en relación a un otro semejante, por eso habla de la muerte en Narciso.

En los Escritos 1, Lacan habla sobre la agresividad en psicoanálisis y enuncia algunas tesis, siendo una de ellas: "La agresividad es la tendencia correlativa de un modo de identificación que llamamos narcisista y que determina la estructura formal del yo del hombre y del registro de entidades característicos de su mundo" (Lacan, 1971, pp. 102).
Lacan va a ubicar las causas de la agresividad, centrándose en las imagos propias del cuerpo fragmentado, cuando la imago especular (del estadio del espejo) creada es cuestionada haciendo corto circuito entre la identificación narcisista y aquellas fracturas de la imago.
Siendo la imago una representación inconsciente que orienta las actividades de un sujeto en el campo intersubjetivo. Estas se objetivan en el plano imaginario.

La imagen que uno puede tener de alguien no suponen un reflejo de la realidad, uno puede pensar desde lo imaginario que alguien es muy frágil cuando en la realidad es mucho más fuerte y resistente de lo que se nos podría ocurrir.
Si la agresión existe es porque cuestiona la imago omnipotente, poderosa e íntegra que el sujeto se ha formado en su yo ideal, y si hace eco el cuestionar esta imago es porque de alguna manera el sujeto sabe de la situación fragmentada y desintegrada que tenía antes de la llegada del otro a su vida.

De esta manera la emergencia de la agresividad testimonia eso que en lo profundo esconde: la fragmentación corporal que denuncia la mascarada imaginaria del propio narcisismo.


Publicado en sección Cutural, La Musa en el diván, Le Monde Diplomatique, Julio 2010

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