viernes, 30 de noviembre de 2007

Del Desencadenamiento al Invento

"Del arte tenemos que tomar la inspiración. Al arte debemos tomarlo como inspiración para otra cosa, es decir, para hacer de él ese tercero que no está todavía clasificado; ese algo que se apoya en la ciencia por un lado, y que se inspira en el arte por otro lado.”

J. LACAN


¿De que formas el arte puede operar en la psicosis? Para abordar esta pregunta tomaré la vida y obras de Leonora Carrington, pintora, nacida en Inglaterra en 1917 y radicada en Méjico hasta la actualidad.

En Memorias de Abajo, un escrito autobiográfico que empieza en agosto de 1943, nos cuenta cómo fueron sus tres años de estadía en un sanatorio en España, luego de ser declarada oficialmente loca.

Los escritos de Leonora revelan la necesidad de reconstruir y organizar el mundo, de crear un nuevo orden del universo, de forma análoga a los escritos de Schreber, quien concluye expresando lo hermoso que sería poder ser La mujer de un Dios Universal. Este empuje en el que el sujeto se sitúa como eso indispensable para la constitución del Todo es lo que Lacan llama el Empuje a La Mujer.

En Memorias de abajo, donde Leonora da cuenta de su propio delirio, encontramos también algunos fragmentos que dejan entrever este empuje al Todo y su certeza de ser ese objeto de Paz que le falta al mundo para liberarlo de la guerra.

“…. Si miraba a los ojos, conocía a los amos, a los esclavos y a los pocos hombres libres. En esos momentos me adoraba a mi misma. Me adoraba a mi misma porque me veía completa: yo era todas las cosas y todas las cosas eran en mí.(…) Dos canciones me obsesionaban: El barco velero que iba a llevarme a lo Desconocido, y Bei mir bist du schon, que se cantaba en todos los idiomas y que creía yo, me estaba diciendo que pusiera paz en la tierra.” [1]

En sus cuentos y cuadros nos ofrece también algunas pistas de este empuje. Tomando en cuenta la cronología de sus obras, he seleccionado dos, que realizó poco antes de su desencadenamiento, durante su relación amorosa con Max Ernst (previo al primero de ellos). La primera es un cuadro que lleva por título “The Inn of the dawn horse”, pintado en 1937[2], lo que traducido al español se leería como “La posada del caballo del inicio (amanecer)”, aunque suelen referirse a él como “autorretrato”. En este autorretrato aparecen una hiena, un caballo blanco en la ventana y una mecedora de caballo colgada en la pared.

En el cuadro aparecen Leonora y la hiena (aparentemente preñada o lactante), casi una frente a la otra. Parecería que ambas nos miran pero la mirada que realmente nos mira es la de la hiena, mientras que la de Leonora parece perderse en el horizonte, es una mirada vacua.

Ambas están levantando una mano (o pata delantera), la opuesta, sin embargo, si hubiera un espejo se vería como la del mismo lado. Si nos adentramos un poquito más en los detalles, vemos que la sombra de la hiena y la de Leonora se juntan en el suelo convirtiéndose en una sola; se hacen una sola sombra en esa oscuridad que proyecta la imagen, en la sombra donde ya no hay sujeto, donde la imagen es un vacío de luz. Esa sombra que se ve tiene un punto de imposible por la forma en que están puestas ambas imágenes y la entrada de la luz, no habría manera de que se juntasen pero es así como aparece representada en el cuadro[3].

En su autobiografía Leonora escribe que al cumplir 18 años, sus padres le organizaron una fiesta para presentarla en sociedad, hecho que le resultó insoportable y que narró en un cuento surrealista llamado La Debutante (1938) un año más tarde luego de haber pintado “The Inn of the dawn horse”. En el describe como es que envía a su amiga la hiena a su fiesta de “debutante”, y al final de este cuento, Leonora la viste: le pone el vestido, los guantes, le roba la cara a la mucama (para enmascarar a la hiena) y así ella va a la fiesta como su representante.

Es dentro de esta lógica que bien podríamos pensar que, haciendo aparecer a la hiena en lugar suyo en la fiesta de su debut ante la sociedad, Leonora intenta responderse de algún modo respecto de la feminidad. Si tomamos el cuadro, su cuento y su escrito autobiográfico, vemos las piezas de un rompecabezas encajar poco a poco, aunque aun no lo suficiente, sobre su respuesta por la mujer.

Sin embargo, cabe resaltar que estas dos obras que tomé son previas al desencadenamiento, ya que el significante hiena no volverá a aparecer en sus escritos de la época de la elaboración delirante ni luego de su desencadenamiento. Al parecer, ocurrió antes una transformación: la hiena se transformó en un caballo blanco, como ya anunciaba el cuadro que comentáramos antes. No en vano quizás nombró a este cuadro “La Posada del caballo del inicio”. Si bien la hiena aparece en él como el espejo de Leonora, es aquí donde también parece vislumbrarse un caballo-hiena: la hiena tiene una crin y una cola de caballo, es una hiena que quiere ser caballo pero que se encuentra en este estado de caballo malparido o no parido aún.

En el retrato que hace de Max en 1939 (el año de su desencadenamiento), nos encontramos con un Max que tiene una cola de sirena y va envuelto en un abrigo rojo que lo cubre todo, delineándole la cola, es un Max hombre-mujer. Lleva en su mano derecha una especie de farolito de luz, un farolito de cristal, y, ¿qué es lo que hay dentro del farolito? Pues un caballo blanco que sobrevive bajo su cuidado y protección, sobrevive en manos de él. Esto cobra mayor sentido por el caballo blanco que está situado atrás, fuera del primer plano en el que se ve a Max; éste, el caballo de “afuera” es un caballo blanco congelado, de hielo.

En el relato de sus delirios Leonora habla de una visión que nos lleva nuevamente al caballo:

“….desaparecieron los dos caballos grandes y no quedo nada en el sendero salvo el potro, que cayó rodando hasta abajo, donde quedó tendido de espaldas, moribundo. El potro blanco era yo.”[4]

Por lo que dicen sus obras y sus escritos, pareciera que ella hubiera construido una suerte de mito respecto de su origen y, a partir de ello, hubiera logrado fabricarse una identidad, encontrar alguna respuesta sobre el ser. Ella es, nos dice, el potro blanco que rueda por la ladera, un poco moribundo, uno que estaría relacionado con el que se ve afuera de la ventana en “La Posada del caballo del inicio”.

Si nos centramos por un momento en el arte y tomamos al Lacan del ’65 cuando afirma que el arte se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de un vacío, de la Cosa, ¿de qué modo podríamos pensar que el arte le permite a Leonora realizar algún modo de anudamiento? ¿Cuál sería la operación en relación a la Cosa?

El objeto que nunca será reencontrado es la Cosa. En realidad, este objeto nunca ha sido perdido aunque se trate de reencontrarlo. Este objeto tampoco ha sido dicho, se desliza entre las palabras y las cosas en una ilusión en la que ambas parecen corresponderse. La pintura podría ser un medio para ello mientras que la escritura contribuiría a fijar un sentido que, luego, la pintura reflejaría o, a la inversa, la pintura mostraría esa ilusión cuyo sentido la escritura fijaría. Alguna cosa puede recortarse así entre lo real y el significante capturado por él.

Esta cosa –real- estará siempre representada por un vacío en tanto que no puede representarse por otra cosa y, sin embargo, solo podrá ser representada por otra cosa. El arte permite, posibilita, rodear ese vacío que La Cosa es para crear algo en un lugar así delimitado.

La obra de arte re-vela, muestra sin dejar de esconder, creando una ficción que a su vez señala la punta de un real que retorna, el objeto a.

De alguna manera, la función del analista en la psicosis será también la de ponerle un límite a ese goce mortífero y favorecer que el sujeto logre inventar algo que no reduzca su existencia a lo real que hay en ella.



7 comentarios:

darling dijo...

El cuento de la hiena todavía me da pesadillas. Leonora es un personaje de lo más interesante. Ma alegra que la descubrieras y me la presentaras. ¿Cuál será su estado mental en la actualidad?

Richard Torchiani dijo...

La psicosis es una forma peculiar de organización [contrariamente a la concepción clásica que califica a la psicosis como "desorganización"] con respecto a los parámetros "normales" relativos a un determinado contexto social.

Particularmente, me es bastante práctico explicar este punto de vista con un metáfora simplona::

Lo "normal" es como el idioma local (en el caso hispano, el castellano o español) y la psicosis o lo "anormal" es un idioma extremadamente foráneo

Así, la equivalencia entre un "idioma" y otro es casi imposible de evidenciar sin el accionar de un "traductor" que logre identificar las conexiones entre ambos "idiomas" que significan la relidad que les rodea.

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Gracias a Luria pudemos confirmar que la mejor forma de evidenciar el funcionamiento -correcto- de las estructuras cerebrales es contrastando el funcionamiento en estructuras defectuosas... Así, las manifestaciones de la psicosis nos brinda un amplio caudal de información por contraste para analizar los significantes consensuados [normales]

Aún estamos bastante lejos de lograr dominar la técnica

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PD: muy interesante el blog
SaLudos!

consulta psicologica dijo...

Muy bueno tu blog, interesante. te dejo en mis favoritos.
Saludos desde Argentina.
Lic. Marcela Cortes.

Anna Lía Barandiarán dijo...

Muchas gracias Marcela y Bienvenida al blog!

Martín Palma Melena dijo...

Estimada Anna Lía

Recién descubro tu blog gracias a un enlace del «Planeta Darling»

Lacan es uno de los autores más difíciles pero también más ricos que he leído en la universidad.

Cada una de sus categorías son complejas pero se hacen más inteligibles cuando son aplicadas a casos concretos como el Cine o el Arte (tal como tú haces); categorías como por ejemplo: Lo Real, Lo Simbólico, Lo Imaginario, El Nombre del Padre, El Yo Ideal, El Ideal del Yo, etcétera.

De allí que ya se hacía desear una bitácora de divulgación como ésta. Bueno: seguiré visitándote

Saludos

Mindoniense dijo...

Anna Lía:

sobre la psicosis tengo una cita de Miller:

"La circuncisión es un rito. Si esto no existiera y alguien viniera diciendo: “Me he cortado el prepucio”, eso sería un
invención, y seguramente bien psicótica".

Es decir, la psicósis como algo que pudo ser social (un rito), pero que no lo es. En consecuencia, es como el revés de lo social.

En ese sentido, es también una invención, no una creación (la cual es divina y ex nihilo), sino una reformulación de las cosas que hay y resulta novedosa.

En consecuencia, el arte en psicosis es un arte que se agarra de unos hilos al Otro y en el analisis se debe (según creo por el momento) hacer riendas (para sujetas caballos desbocados) de esos hilos. Supongo.

Un beso

Anónimo dijo...

Lindo blog. Siempre lo leo. Tiene información muy útil.